Louisa May Alcott
(Louisa o Louise May Alcott; Germantown, 1832 - Boston, 1888)
Novelista y educadora estadounidense muy conocida por sus libros para
adolescentes, especialmente por sus ya clásicas novelas Mujercitas (1868) y Hombrecitos (1871).
Hija del reformista Amos Bronson Alcott, de quien recibió una
esmerada educación, creció en los círculos trascendentalistas de Boston y de
Concord, Massachusetts, de los que su padre era simpatizante. Hombre poco
práctico. Louisa tuvo que impartir clases y trabajar como costurera y
asistenta; también con sus textos intentaba contribuir al sustento de su madre
y hermanas. Había escrito su primer libro, Fábulas
de flores, a los dieciséis años; deseaba ser actriz y compuso algunas
comedias, una de las cuales fue aceptada por el Boston Theater, pero no llegó a
ser representada. Sus expresivos cuentos, algunos de ellos escalofriantes y
violentos, aparecieron con pseudónimo entre 1863 y 1869 en la publicación The Atlantic Monthly.
Partidaria fervorosa de la causa abolicionista, se
ofreció como enfermera durante la guerra de Secesión. Ejerció como tal en el
Union Hospital de Georgetown; en esa época contrajo la fiebre tifoidea, que
afectaría su salud por el resto de su vida. Las cartas en que refería sus
experiencias como enfermera, publicadas con el título de Apuntes del hospital (1863), fueron la primera obra suya en
hacerla famosa. Su primera novela, Estado
de ánimo (Moods), apareció en 1864. En 1865 marchó a Europa, y dos
años después asumió la dirección de una revista para niños, Merry's Museum.
Tras el éxito sobresaliente de la novela autobiográfica Mujercitas (1868), logró por fin saldar sus
deudas y dar tranquilidad económica a su familia. Una muchacha anticuada (1870), Hombrecitos (1871), Ocho primos (1875), Rosa en flor (1876) y Los muchachos de Jo (1886) se inspiraron también en sus
experiencias como educadora. En 1987 volvió a publicarse su novela gótica A Modern Mephistopheles (publicada bajo seudónimo por primera
vez en 1887), cuya historia gira alrededor de un poeta que realiza un pacto
fáustico.
Louisa May Alcott pasó los últimos años de su vida en Boston,
donde murió. Fue una mujer de sorprendente personalidad, dotada de gran
seducción, animada por impulsos humanitarios y protectora de muchas buenas
causas. Pese a centrarse más en la enseñanza moral que en fines artísticos o de
puro entretenimiento, sus novelas tienen una gran frescura, y todavía hoy
agradan a los jóvenes.
- Mujercitas
Publicada en 1868, Mujercitas relata las vicisitudes de una familia
afincada en Nueva Inglaterra que atraviesa dificultades económicas por la
ausencia del padre, llamado a la guerra. La madre y las cuatro jóvenes
hermanas, llamadas Meg, Jo, Beth y Amy March, disfrutan de la serenidad y del
profundo afecto que reina entre los miembros de la familia. Alegres y con
ansias de vivir, se resignan a renunciar por el momento a sus ilusiones. Su
anciano vecino el señor Laurence, hombre rico y algo solitario, tiene un nieto
llamado Laurie, de edad similar a la de las hermanas. Laurie sabe divertir a
sus amiguitas, y el abuelo las acoge afectuosamente y llega incluso a regalar
un piano a la dulce y delicada Beth.
El conjunto de la narración, pensado y creado con un espíritu de
sencillez y un respeto a la libertad individual muy notables, especialmente
para aquella época, es un cuadro vivo de la vida americana en la segunda mitad
del siglo XIX, que consigue dar cierta vaguedad poética a aquel romanticismo
puritano.
- Hombrecitos
Louisa May Alcott revivió en Hombrecitos (1871) los recuerdos de aquella
escuela (la Temple School de Boston) fundada por su propio padre, Amos Bronson
Alcott, extraño tipo de filósofo y pedagogo que intentaba realizar una forma de
educación nueva y capaz de crear en los niños la exigencia de una verdad más
elevada, liberándolos de la constricción a que les obligaban las familias y las
otras escuelas. El libro es la historia de aquella escuela, aunque transportada
al campo; en ella un grupo de niños vive en una atmósfera de alegría serena
bajo una amorosa guía.
Favorecidas sus buenas tendencias e impulsados a liberarse de las
malas, los muchachos crecen espontáneos, tramando inocentes travesuras y
jugando o estudiando, en tanto la buena mamá Bhaer anda siempre al acecho de
cosas nuevas con las que pueda divertirlos y formarlos. Casi con una emoción
lírica, se precisan con propósitos didácticos y moralizadores cada una de las
figuras de los muchachos: así, el obstinado Dan, al que sólo se vence por el afecto;
Nat, débil y sensible, que poco a poco aprende a liberarse de sus defectos;
Nan, la muchacha desordenada y caprichosa, y todo un pequeño mundo formado de
un material que aún no ha sufrido retoques y en el que realidad y fantasía se
superponen identificándose. Tuvo una continuación en Los
muchachos de Jo (1886).
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